Pero ¿por qué acabó de tan mala manera el tiempo de la prosperidad? He tenido tiempo para reflexionar al respecto y casi puedo asegurar que la explicación es tan extraña como simple: ausencia de niños. Igual que su padre, el fascismo, el neocapitalismo fue creado por varones blancos sin hijos, que se divertían poniéndose elegantísimos y bebiendo cócteles a sorbitos con un grupo de personas de su mismo sexo, pero que en su inmenso amor a la sociedad se olvidaban de pensar en mujeres, hijos y las tres M (majaretas, mutilados y mayores). Porque en todos sus rasgos más significativos, el capitalismo se centra en que nada moleste al varón en su trabajo, mientras la mujer le lleve las camisas a la lavandería y no vengan niños al mundo y no haya que llevar a los mayores a un centro sanitario. Y es que el sistema alcanza su culminación en los lugares del mundo que están prohibidos a los niños, los campus universitarios y los barrios financieros de Estados Unidos.
Hallgrímur Helgason (trad. de Enrique Bernárdez)
La mujer a 1000º (Lumen, 2013)