Por qué hacen falta profesionales de la filosofía en los comités de ética

En Granada di una clase pero también grabamos una sesión sobre profesionalización de la filosofía y una breve conversación con Elvira Pertega, en la que tal vez yo hablé de más:

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Creo que merece la pena continuar con este tema, porque aunque la pertenencia a un comité de ética no es una profesión en sentido estricto (la filosofía sí), en torno a los comités hay oportunidades laborales para filósofas/os. Estas nuevas salidas amplían nuestras vías de profesionalización, tradicionalmente orientadas hacia la docencia universitaria y en secundaria, pero no están institucionalizadas como ellas, no son inmediatas, sino que hay que crearlas. Para ello, la mejor vía que conozco es precisamente la investigación. Al investigar (a nivel pre y post doctoral) podemos descubrir oportunidades de crear servicios especializados en los que trabajar como profesionales de la filosofía.

La tarea ética de la universidad, desde Islandia

En su último número (dedicado al debate sobre la mejora cognitiva) la revista Dilemata publica una reseña-obituario que me ha dado mucha satisfacción  escribir, aunque su peso en la contabilidad curricular sea ínfimo y la ocasión sea triste. Se trata de un comentario breve al (este sí definitiva y lamentablemente) último libro de Páll Skúlason, que fue rector de la Universidad de Islandia cuando estuve trabajando allí: A Critique of Universities: Reflections on the status and direction of the modern university (Reykjavík: University of Iceland Press, 2015). El texto completo puede descargarse abajo. A continuación resumo algunos puntos importantes: Continue reading

¿En qué consiste la identidad moral de una profesión?

¿Cómo afirmar que X es miembro de la profesión Y? Para algunos filósofos, la respuesta depende al menos de dos cosas: para empezar, de las metas, valores o bienes internos que se persiguen. Una persona pertenece a tal profesión si persigue los bienes internos que le son propios, aquellos que sólo pueden surgir de su práctica (otros bienes, como el dinero o el prestigio social, pueden obtenerse de otras maneras, y por eso le son externos) y que dan sentido a esa actividad.

Por ejemplo, alguien será médico en la medida en que persiga los fines que son propios a la medicina; según el Hastings Center, estos son la prevención de enfermedades, la conservación de la salud, el alivio del dolor y el sufrimiento, la atención y curación de los enfermos, y la búsqueda de una muerte tranquila. Al margen de dónde ejerza, de si lleva bata blanca o no, o de quién le pague, si persigue esos fines podemos decir que es médico. Y si no lo hace, que no lo es, o que es un médico corrupto.

Pero eso no es todo; hay un segunda parte de la respuesta. La medicina es una práctica esencialmente social, relacional, y por ello es necesario tener en cuenta un componente intersubjetivo, que nos permite entender la actividad en relación no ya a cómo la vive el profesional, sino a cómo la viven los otros. O sea, que uno también es tal cosa (médico) en la medida en que otros (pacientes, colegas, autoridades) dicen que lo es. Si las cosas se hacen bien, este componente depende del primero, y el reconocimiento se otorga en función de la persecución de los bienes internos. Si no…